A priori no parecía nada raro que con el paso de los años el
canadiense David Cronenberg abordase el tema del psicoanálisis en una de sus
películas. Es cierto que en el grueso de su filmografía sus obsesiones se
centran más en las mutaciones del cuerpo, pero también es cierto que los
trastornos mentales también tienen un papel importante en ella, como por
ejemplo en "El almuerzo desnudo. (Naked Lunch, 1991)" y sobre todo en
"Spider. (Spider, 2002.)", una de sus mejores películas. A pesar de
que el tema escogido, en un principio, parecía mucho más afín a Cronenberg que
por ejemplo el de sus dos anteriores películas, "Una historia de
violencia. (A history of violence, 2005)" y "Promesas del este (Eastern
promises, 2007)", lo cierto es que casi unánimemente fue recibida como una
de las películas menos "Cornenberg", dejando de manifiesto (una vez
mas) que la autoría no es una cuestión de temas, sino de estilo. Y es que "Un
método peligroso" se aleja de atmósferas desasosegantes y mutaciones corporales
para adoptar un estilo que en algunas ocasiones es incluso preciosista, siendo
minuciosa la ambientación de la época en la que se desarrollan los
acontecimientos (principios del siglo XX) y dando muchísimo valor a la palabra,
al texto, como nunca antes lo había hecho Cronenberg, una senda en la que
seguirá ahondando en su siguiente película "Cosmopolis (Idem, 2012)".
"Un método peligroso" se basa en la obra teatral
de Christopher Hampton "The talking
cure", basada a su vez en "A most dangerous method", novela de
John Kerr. Hamptom también es el
guionista. La película relata el origen del psicoanálisis y la relación de amistad y posterior
distanciamiento entre Freud (Viggo Mortensen) y Jung (Michael Fassbender) así
como su relación con Sabina Spielrein, (encarnada por una esforzadísima Keira
Knighley), y lo hace adoptando un tono frio, distante, lo cual podría
entenderse como lógico tratando el tema del psicoanálisis, remarcando así la
neutralidad del psicoanalista con sus pacientes. Pero además de lo interesante
que pueda ser la historia y las relaciones entre los personajes, lo que la
eleva a otras cotas es la puesta en escena, todas y cada una de las secuencias
están meticulosamente estudiadas y enriquecen lo que nos cuenta por la manera
que elige Cronenberg de planificarlas.
Un claro ejemplo de lo expuesto anteriormente se encuentra
en los personajes de Freud y Jung
presentados como opuestos. Freud fuma puros, Jung fuma en pipa, Freud
usa lazo, Jung corbata, Freud no usa gafas, Jung sí, Freud tiene barba, Jung
bigote...Todo esto apoya visualmente el paulatino distanciamiento entre los dos
personajes por divergencias en cuanto a métodos analíticos. Otro magnífico
detalle es que esas diferencias se ven agrandadas por la diferencia de clases,
Freud vive modestamente en un piso y Jung en una mansión como un rico (debido a
un afortunado matrimonio), también, en otro magnífico momento, embarcados en el
transatlántico hacia Nueva York Jung viajara en primera clase y Freud en
turista, desatando la envidia éste.
Otro recurso utilizado con maestría es la profundidad de
campo. Jugando con el espacio fílmico, las distancias entre los personajes y filmando
a los actores en algunas ocasiones enfocados a la vez, pero a diferentes
distancias (supongo que mediante transparencias) obteniendo un efecto
extraño, pues un lateral de la imagen
queda desenfocado y sin embargo el otro personaje más al fondo queda
perfectamente enfocado, consiguiendo así que sigamos perfectamente los gestos
de los dos sin necesidad de cortar el plano, subrayando la distancia física y
además dando una sensación de dominio de la escena al personaje encuadrado más
cerca del espectador.
Otro eje fundamental del relato es la relación de Jung con
Sabina Spielrein, que comienza siendo una relación medico-paciente para acabar
siendo una atormentada relación de dominio y sumisión. Jung en un principio es
reacio a mantener relaciones con sus pacientes, pero es Otto Gross (Vincent
Cassel) psicoanalista y también paciente de Jung quien hace aflorar en Jung sus
deseos reprimidos. Gross es un personaje atractivo y clave en el desarrollo de
la historia, pero está introducido en la trama de un modo tosco y parece que su
función es sólo la de actuar como catalizador de los deseos más reprimidos de
Jung, es un buen personaje pero mal encajado en el conjunto de la película.
Los encuentros sexuales entre Sabina y Jung están resueltos
con elegancia y resultan menos turbadores de lo que nos tiene acostumbrados un director
como Cronenberg, Resulta magnífica la escena en la que Jung azota Sabine colocándose
detrás de ella, en la misma posición que ocupaba cuando la trataba como
paciente. Relación intensa pero que Jung decide ponerle fin cuando ve peligrar
su posición social y su matrimonio, reprimiéndose y convirtiéndose así en un
reflejo de sus pacientes.
Elegante resulta también la escena final con Jung y Sabine
sentados en un banco pero en posiciones opuestas, Cronenberg de nuevo se apoya en la puesta en escena para sugerir la
imposibilidad de la relación entre ambos.
Jung relata un sueño que vaticina la inminente llegada de la Primera
guerra mundial, quedando sólo en el plano mirando a la nada, poniendo así punto
final a una película que sin ser una de las películas más personales del
cineasta canadiense es un magnífico ejemplo de su saber fílmico, y en la que la
palabra es constantemente enriquecida con las imágenes.
A.H.