El argumento de Te
querré siempre parte de una anécdota mínima, una pareja inglesa se
encuentra de viaje por Nápoles con motivo de realizar los trámites necesarios
para solventar los problemas derivados de una herencia. Este punto de partida
sirve para narrar la crisis sentimental que está viviendo la pareja encarnada
por Ingrid Bergman y George Sanders. Rossellini toma partido por la renuncia
dramática, no hay historia, no hay intriga, simplemente una sucesión de escenas
ordinarias que nos van aportando información del estancamiento en que se
encuentra la relación, el hastío de la vida en pareja cuando todo se convierte
en rutina y no quedan restos de ningún tipo de pasión.
Lo interesante es que para narrar la situación que atraviesa
la pareja, Rossellini se sirve del paisaje Napolitano y lo hace de una manera
que no es la habitual (y mucho menos en el año 1954). No muestra el entorno
desde un puto de vista subjetivo, lo muestra de forma objetiva y naturalista,
para posteriormente mostrar la reacción que éste produce en ellos, pero sobre
todo en el personaje que encarna Bergman. El entorno condiciona el
comportamiento y agudiza la crisis por la que atraviesan Bergman y Sanders.
Rossellini estructura la mayor parte de las escenas de
manera inversa a como solía (y suele) hacerse. Si lo habitual es filmar la
mirada del actor y luego lo que ve, aquí rueda primero lo que ve para
posteriormente ver las sensaciones que se producen en el sujeto que
observa. Esas reacciones ante lo que
presencia Ingrid Bergman , ya sean,
estatuas, calaveras o mujeres napolitanas embarazadas es la base del filme y lo
que nos da la información del estado de los personajes.
Pero hay una secuencia en la que Rossellini da (¡todavía!)
un paso más adelante integrando lo objetivo, en este caso el paisaje y lo
subjetivo, el vacio interior. Esta secuencia está situada entre otras dos
magníficas, y quizás las más famosas de la película, la ya mítica secuencia de
la excavación arqueológica, donde la pareja ve los restos de otra pareja
pompeyana, y la secuencia final, donde se produce un supuesto milagro.
La pareja sale sobrecogida de la excavación arqueológica, (como
he mencionado anteriormente rodada capturando las reacciones emocionales que
les produce lo que presencian) que les ha producido un fuerte impacto y conmocionado debido a la
visión de los dos amantes sepultados por la lava del Vesuvio . Salen de la zona
de excavación y se adentran en los restos de una antigua ciudad, mientras
hablan de la inminencia y conveniencia de su divorcio. Son dos personajes fuera
de su tiempo deambulando como figuras sonámbulas.
Las antiguas ruinas
contrastan con el vestuario de mediados del siglo XX produciendo un efecto
simbólico.Nace una asociación de lo exterior con lo interior. Rossellini cambia en este momento la planificación que había estado
utilizando a lo largo de la película, ya no necesita contraplano para captar las reacciones que el paisaje
(en este caso las ruinas) causa en ellos, sino que el vetusto paisaje (un
paisaje en crisis) es el reflejo de la crisis de la pareja.
Es en esa secuencia de Bergman y Sanders paseando por las
ruinas, donde el cine de Rossellini anticipa el cine de Antonioni.