En un principio resulta chocante la elección de Ana Magnani
para el papel de Camille en "La carroza de oro", realizada por Renoir
en el año 1952, inspirada en la obra de Mérimée. Tratándose de un personaje
ante el cual los hombres caen rendidos, ya sean virreyes o toreros, lo lógico
hubiera sido pensar en una actriz con un atractivo físico mayor que el de la
romana, pero lo que en un principio no parecía lo más adecuado acaba convirtiéndose
en uno de los mayores aciertos de la cinta (parece ser que la intervención
de la Magnani fue la única condición para llevar a cabo la realización de la
película). La interpretación Ana Magnani me parece que está mas allá de todo
elogio, y Renoir sabedor del potencial de la actriz adecua la puesta en escena
a las dotes interpretativas de la italiana. Una demostración de esto es la antológica secuencia de la
corrida de toros.
A Camilla se la disputan tres pretendientes, uno de ellos es
un soldado (Paul Campbell), otro un torero (Riccardo Rioli), el tercero es el
mismísimo virrey del Perú (Duncan Lamont). Aplique el lector la carga simbólica
que considere representa la profesión de tan obstinados pretendientes. Camille
no parece decidirse por ninguno de los tres y da coba a todos ellos. En una secuencia
anterior a la que nos ocupa ( y asimismo magnífica) Camille ha recibido como
regalo un exorbitante collar de manos del virrey. Mas adelante despechada tras
una actitud poco caballerosa del mandatario ( él prefiere salvaguardar su
actual posición de poder al amor de Camille) parte a toda prisa en la carroza
de oro que da título a la película, también regalo del virrey, hacia una
corrida de toros.
Primer plano de Camille, de riguroso negro, con peineta,
mantilla y enjoyada. De la anterior situación colegimos que ha ido a ver torear
a Ramón. Vemos un primer plano de
Camille, abanicándose nerviosa. Lo que viene a continuación es sencillamente
prodigioso, pues no veremos ningún lance taurino. Renoir elude mostrar el final
de la faena, pero nos deja verla valiéndose de las reacciones que produce en
Ana Magnani, nos priva de los últimos pases de Ramón y de cómo mata al toro, y
nos sentimos agradecidos porque nos brinda el rostro de Ana Magnani, en primer plano
sostenido, todo un recital interpretativo. A través de las expresiones de su
rostro intuimos todo lo acaecido en el albero, sus rasgos pasan de la
incertidumbre al nerviosismo, a la angustia, y a la explosión de alegría final
cuando el torrero mata al toro y sale triunfante de la faena. El rostro de la
Maganni es una suerte de espejo, de bola de cristal a través de la cual vemos, cual oráculos, el desenlace de la corrida. Una demostración superlativa de las
dotes interpretativas de la actriz, y Renoir sabedor de su calidad puede
planificar puesta en imágenes de esa manera tan arriesgada, solo posible con
una actriz de esa categoría, con otra no tan brillante el resultado hubiera
sido grotesco. No necesitamos ver nada, no hay necesidad de contraplano, sólo
un rostro y el sonido del publico aplaudiendo los lances taurinos, depuración
absoluta.
Cuando la faena ha concluido la cámara inicia un retroceso,
el plano se va abriendo dejándonos ver las gradas abarrotadas de un público enardecido
celebrando la gran actuación del diestro, que nos ha sido vetada. Vemos, a
Camille quitarse el collar y lanzárselo a su galán al ruedo. Éste lo alza con
actitud jactanciosa en señal de triunfo, sabemos que lo que menos le importa es
la gloria taurina, el collar significa que ha conseguido a Camille...o eso
cree.
A. de la Hoz.