Las tropas de Garibaldi han desembarcado en Sicilia y se
avecina un cambio de orden social, la aristocracia está a punto de perder sus privilegios
ante la burguesía emergente que no dudará en aprovecharse de la nueva situación
generada, que culminará con un cambio de régimen.
La cámara se desliza a ras de suelo, asciende lentamente
hasta encuadrar de espaldas a Don Fabrizio, príncipe de Salina (Burt
Lancaster), representante de la aristocracia. Se está afeitando frente a un
pequeño espejo, junto a la ventana, buscando la luz del sol de la mañana.
Inesperadamente aparece reflejado en el espejo el rostro de Tancredi (Alain
Delón) sobrino del príncipe de Salina. Inician una conversación que Visconti
rueda en plano sostenido, Fabricio de espaldas, a Tancredi le vemos reflejado
en el espejo. Si se ve aisladamente el efecto, parece una película fantástica,
da la impresión que Fabricio tiene el rostro de su sobrino Tancredi, que es su
reflejo, que ha vuelto a la juventud. Si tuviera que elegir los mejores planos
de la historia del cine (de las películas que he visto, huyamos de lo absoluto),
éste estaría sin duda entre ellos, es plásticamente bello, y, sobre todo, narrativamente anticipa todo el
devenir de la película, en ese plano está contenido el futuro del príncipe de
Salina, de toda una clase social, de la que la sucederá .Fondo y forma en
perfecta armonía. Además sirve de magnífica presentación al personaje de
Tancredi, que hasta entonces no había aparecido en escena, dejando claro cuál
va a ser su rol en los acontecimientos venideros. El reflejo es el futuro.
Tancredi es un oportunista que combate con Garibaldi, pero
sus ideales no son los de la revolución, sus intenciones son asegurarse su
posición en los nuevos tiempos, es un oportunista. Su tío, le recrimina su
actitud, y Tancredi le contesta con la famosa frase (de la que últimamente se
abusa hasta la nausea) "Es necesario que todo cambie para que todo siga
igual". El plano del espejo es ese principio en imágenes, los Tancredis
serán los nuevos Fabrizios, les arrebatarán su clase social, pero con otros
valores, peores en opinión de Fabrizio, pues los "nuevos ricos"
carecen de la educación y valores de la aristocracia, tal y como dice el
príncipe de Salina mas adelante, "Nosotros fuimos los gatopardos, los leones.
Quienes nos sustituyan serán chacales, hienas, pero todos, gatopardos, chacales
y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra", distinta
educación y valores, misma vanidad.
Desde que su rostro es sustituido en el espejo por el de
Tancredi, desde que su reflejo/ identidad es usurpado por un advenedizo, al
Príncipe de Salina sólo le queda deambular hacía la muerte. En las últimas
escenas, en el justamente famoso baile, ya es un muerto en vida. En medio, maquinaciones para garantizar la escalada
social de su sobrino a la vez que observa la pérdida de valores de las nuevas
generaciones, con resignación y sufrimiento, envidiando abnegadamente la
juventud y las ganas de vivir de los jóvenes.
Fabricio, sabedor de su final
quiere dejar todo atado para que Tancredi mantenga la posición (económica) que él
tuvo. Todo parece una ceremonia fúnebre, un ritual provocado por la resignación
y el desencanto.
El mayor tormento de Fabizio es su clarividencia, sabe
plenamente lo que va a suceder, que no hay vuelta atrás, es una mente lúcida, y
son esa clarividencia y esa lucidez lo que le producen un mayor sufrimiento.
A lo largo de la película Visconti juega con las similitudes
(reflejos) entre Fabrizio y Tancredi, situándolos en el encuadre simétricamente,
Tancredi dejándose bigote como su tío, fumando sus mismos cigarros, figuras simétricas,
siendo el eje el personaje de Angélica
(Claudia Cardinale),(hija del "nuevo rico" Calogero (Paolo Stoppa)),
figura clave que garantizará el porvenir económico de Tancredi.
Cerca del final, durante el baile en el palacio Ponteleone,
Frabrizio deambula por diferentes estancias como un espectro, en una de ellas
se mira en un espejo, y contempla su rostro pálido, demacrado y avejentado
mientras una lagrima de derrama por su mejilla. De nuevo un espejo, una escena
reflejo de otra. El rostro de un viejo cansado ocupa el lugar que al principio
ocupaba el rostro del joven y bello Tancredi. Tancredi ocupara el puesto en la clase social que deja el
príncipe de Salina, las hienas ocupan el lugar de los viejos gatopardos. Visconti
lo condensa todo en un plano, en un reflejo.
A. de la Hoz.