En La regla del juego(La
règle du jeu, 1939, Jean Renoir) Renoir pone de manifiesto el total
desinterés por cuestiones trascendentes de la sociedad Francesa en los años
inmediatamente anteriores al comienzo de la segunda guerra mundial. Para lograr
esto se sirve de un grupo de personajes que pasan unos días en una mansión,
preocupados únicamente de sus banales devaneos amorosos. Intrigas e
infidelidades, conflictos entre diferentes clases sociales (aunque ninguna de
ellas se libra de la crítica) se dan cita con un tono en apariencia ligero,
narrado todo ello en planos secuencia largos, amplia profundidad de campo, con
una cámara llena de movilidad y personajes que entran y salen de escena continuamente.
Hacia la mitad del metraje hay una magnífica secuencia en la
que queda reflejada de forma ejemplar una de las ideas que quiere transmitir el
director francés, la indiferencia hacia el conflicto bélico que se avecina.
Dicha secuencia empieza con las teclas de un piano moviéndose
solas haciendo sonar una animada melodía, la cámara en un lento travelling recorre las teclas del piano y a los invitados
cercanos a éste, unos mirando absortos las teclas del piano y otros mirando
hacia el telón del escenario, totalmente estáticos. De esta forma se produce un
efecto de extrañamiento, como de tiempo detenido, el estatismo choca aún más
debido a que anteriormente todos los personajes no han dejado de moverse a lo
largo del metraje, parecen hipnotizados.
Continúa el
movimiento de cámara, encuadre del escenario y cae el telón apareciendo en
escena tres figuras ataviadas con sabanas a modo de fantasmas y con paraguas,
delante de ellos al borde del escenario tres candiles que sirven de iluminación.
Los tres inician una extraña danza, aparece entonces otro hombre disfrazado de
esqueleto con un bastón que también comienza a bailar. Se corta el plano,
encuadre de dos invitados mirando también como hipnotizados. Nuevo encuadre de
los fantasmas y el esqueleto que bajan del escenario y comienzan a moverse
entre los espectadores con los candiles en la mano. Los invitados se carcajean.
Es una gran idea de
puesta en escena que la única fuente de
iluminación de la escena sean los candiles, pues esto permite a Renoir y a Jean
Bachelet (director de fotografía) crear una iluminación muy focalizada y con
mucho movimiento, dirigiendo así nuestra mirada a lo que quieren que veamos.
El esqueleto vuelve al escenario, continua la danza, se
lleva la mano a la frente, en un gesto que simula observar al público presente.
Acto seguido comienza un nuevo travelling de ida y vuelta mostrando a más
invitados, una pareja de amantes besándose, su pareja buscándola, la anfitriona
tonteando con otro invitado, el amante de ella que lo ve... Lo importante es
que a nadie le interesa la función, (recordemos que la función es la danza de
un esqueleto, la muerte) pero todo el mundo se esfuerza en aparentar que le
interesa, todos siguen la regla del juego.
Esta secuencia es un claro ejemplo de cómo contar cosas de
manera implícita, de forma elegante, sin caer en lo discursivo, de confiar en
el espectador y de paso hacerlo de una manera elegante y virtuosa...maestría.
A.H.
No hay comentarios:
Publicar un comentario