Punch-drunk love
es una película que descoloca no tanto, como se ha dicho en un nutrido número
de ocasiones, por la interpretación de Adam Sandler, que se aleja de su imagen habitual en numerosas comedias intrascendentes, sino, sobre todo, por su voluntaria apuesta de no decantarse por la comedia ni
por el drama. El personaje de Barry roza el patetismo en numerosas ocasiones,
produciendo carcajadas en algunas y despertando compasión en otras.
Resultaría un experimento curioso el filmar las reacciones de los
espectadores en un pase de Puch-drunk
love, seguramente algunos se carcajearían en una escena que a otros les parecería
profundamente dramática. Una arriesgada apuesta de Anderson, por la
indefinición genérica, cambios de tono, uso de la música...que la aleja del
cine mainstream así como del resto de su filmografía.
En un momento cerca del comienzo de la película a Barry
(Adam Sandler) le invitan al cumpleaños de una de sus ¡siete! hermanas. Hasta
ese momento el tono de la película es bastante ligero, no sabemos gran cosa del
personaje de Barry salvo sus rarezas y timidez, así como su desplazamiento
dentro de su familia (es el único hijo varón). En la fiesta de cumpleaños las
hermanas se meten constantemente con Barry, le dicen que si se acuerda cuando
era pequeño que le llamaban "mariquita" y se cabreaba. Una vez llegó
a tirar un martillo contra la ventana, comenta una de ellas. Toda la secuencia
está planificada para que el espectador sienta el mismo agobio que siente
Barry, con las hermanas y cuñados de Barry entrando en el encuadre y acosándolo
con preguntas estúpidas. El uso de la banda de sonido hace que se oiga
constantemente un incomodo murmullo de diálogos superpuestos que
conscientemente agobia también al espectador. Algo parecido a lo que Anderson y su compositor (Jon Brion) consiguen con la música a lo largo de todo el metraje, es molesta y cargante por momentos,
siempre acorde con el estado emocional de Barry).
Al final, Barry queda aislado del resto de invitados,
encuadrado en un plano frontal, solo en el encuadre, mirando a un lado y a otro
agobiado. De fondo seguimos oyendo el murmullo de varias conversaciones
superpuestas, hablando cada vez más alto, incomodandonos. Cambio de plano, vemos
lo que mira Barry, mira a todos los invitados, que se van distribuyendo por el
perímetro de la mesa para cenar, cada vez halando más y más alto. Entonces se produce
un detalle de dirección que siempre me ha maravillado, y que me plantea la duda de si es consciente por
parte de Anderson o fruto de la casualidad. Uno de sus sobrinos mira a cámara
dos veces, como expectante de que algo va a suceder. Acto seguido Barry en un
ataque de ira rompe tres lunas de cristal de la puerta . El niño estaba mirando
a Barry y era el único que se daba cuenta de que Barry iba a estallar. Esta
planificación me parece interesantísima pero dudo que fuese premeditada, porque
en el siguiente plano el niño aparece sentado en el lateral de la mesa, en un
evidente fallo de racord.
Lo que hace pensar que sus miradas no son dirigidas
si no fruto de la casualidad o de la inquietud, o seguramente sabía que había
que girarse y estaba inquieto esperando la orden. ¿Quién sabe? A veces lo sutil
y enigmático es fruto de la casualidad, y sin ese fallo de racord estaría
alabando el cuidado delicado de Anderson para la puesta en escena.