Al reputado samurái Shinzaemon
Shimada (Chiezo Kataoka) le han encomendado
la misión de asesinar al cruel hermano del Shogun, para así garantizar
la estabilidad del estado. Es una misión de extrema dificultad, prácticamente
suicida; para llevarla a cabo tiene que seleccionar un pequeño número de
samuráis de gran destreza y total confianza. Uno de los elegidos por Shinzaemon
es su sobrino Shinrokuro (Kotaro Satomi), uno de sus mejores discípulos, pero hace
tiempo que vive apartado de la disciplina samurái, alternando en casas de
geishas y llevando una vida disipada.
Shinzaemon envía a dos hombres para que le convenzan y participe en el
arriesgado encargo. La reunión es un fracaso, Shinrokuro les dice que está más próximo
a la geisha que lo mantiene que al código samurái y que no está dispuesto a
morir por una cuestión de honor guerrero. Cínicamente, responde que él solo
puede ayudar tocando su Shamisen, que es lo que hace desde que no practica con
la katana. Los dos enviados se marchan ofendidos. Ante la negativa es el propio
Shinzaemon quien personalmente intentará que su sobrino cambie de opinión.
Shinzaemon aparece en escena
sentado en el suelo preparando sake, acto seguido entra Shinrokuro y se sienta
junto a él. La gestualidad de Shinzaemon denota la seguridad y la calma propia
de un maestro, algo que transmite magníficamente la interpretación de Kataoka.
Beben y bromean acerca de lo sucedido. Shinrokuro acaricia a un gato mientras toma
sake y compara su comportamiento al de los felinos, que conservan su
independencia y no se deben a ningún amo. Su tío le contesta calmadamente que
parece preferir ser el gato de una geisha al perro de un samurái y le dice que
no quiere gatos que le complazcan. Acto seguido le pide que le acerque el
shamisen, lo cual sorprende a su sobrino que parece ignorar que su tío sabe
tocarlo. Shizaemon comienza a relatar a su sobrino que a su edad, al igual que
a él, no le gustaba la vida de samurái y que en un momento dado pensó en
ganarse la vida tocando el samishen, pero hacerlo bien era mucho más difícil de
lo que parecía y que descubrió que era mucho más fácil morir cómo un samurái
que aprender a tocarlo con destreza.
Hasta este punto toda la
secuencia ha transcurrido dentro de lo convencional, planos generales para
presentar la escena y plano/ contraplano para los (brillantes) diálogos; pero a
partir de este momento Eiichi Kudo rompe con la planificación más común (y cómoda) para mostrarnos el cambio de opinión de Shinrokuro mediante una combinación
de música diegética e imágenes.
Shinzaemon comienza a tocar el
shamisen, un plano general nos muestra a
los dos desde fuera de la estancia; toca con cierta torpeza, parecido a como lo
había hecho su sobrino en una escena anterior. Pasamos a un plano medio de
shinzaemon, concentrado y tocando algo más fluido, luego cambio a un plano de
detalle de su mano sujetando el bachi y pulsando las cuerdas más rápido aún.
Plano de su sobrino, cara de sutil perplejidad. Pasamos al mismo encuadre
anterior, pero cambiando de ritmo, ahora pulsa las cuerdas mucho más
lentamente. Eiichi Kudo introduce ahora un plano de la geisha con quien vive
Shinrokuro; estaba escuchando la conversación, mira al vacio con resignación.
Plano medio de Shinzaemon concentrado, que acelera de nuevo el ritmo
demostrando su virtuosismo con el instrumento. Otro plano del sobrino mientras la música se acelera cada vez más, esta vez la
cámara se aproxima a su rostro. Plano de detalle pulsando las cuerdas tan rápido
que casi no podemos verla, que enlaza con otro de la silueta de Shinzaemon
saliendo de la casa mientras la cámara retrocede, la música sigue invadiendo la
escena, está tocando un virtuoso. Ya
sabemos que Shinrokuro ha cambiado de opinión.
Eiichi Kudo mediante el uso de la
música diegética y una planificación
estudiadísima, cada vez cerrando más los encuadres y con dos únicos movimientos
de cámara contrarios, uno de acercamiento y otro de alejamiento, ha conseguido
que sepamos lo que pasa por la mente de un personaje. Los mediocres lo hubieran
solucionado mediante unas líneas de diálogo.
A. de la Hoz.
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