viernes, 29 de marzo de 2013

EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS. Bernardo Bertolucci. (1972.)





Resulta comprensible el escándalo causado por "El último tango en París" en el momento de su estreno, el año 1972. La película fue censurada, Bertolucci condenado a meses de prisión, que no cumplió y corrieron ríos de tinta clamando ante la inmoralidad y la incitación a la lujuria de la película. También tuvo fervientes seguidores . El resumen es que la película fue un éxito y hoy en día es un referente indiscutible, pero también es cierto que vista hoy es un claro ejemplo de que en su día los arboles no dejaban ver el bosque, y que más allá de los desnudos, y escenas de sexo estaba un discurso muy crítico con la sociedad de una época que empezaba a desengañarse de las utopías del Mayo del  68.
La película comienza con cuadros de Francis Bacon que simbolizan  perfectamente el estado en que se encuentra  Paul (Marlon Brando), acto seguido aparece mirando a las alturas con el rostro crispado, las manos sobre la sienes, como en el famoso cuadro de Munch "El grito", exclamando: "Jodido Dios".  Ese grito, simboliza el tema central de la película, el grito a la nada, el vacio de Dios, el sinsentido de la vida de un hombre que vaga sin rumbo por las decadentes y frías calles de París (Es interesante comparar el París retratado por Bertolucci  con el París idealizado mostrado por Woody Allen en la nostálgica "Midnight in Paris") y que encontrará en la joven Jeanne (María Schneider) pequeños momentos de evasión a su tormento, dentro de un viejo apartamento alquilado. Los encuentros tienen sus reglas, nada de nombres, nada de hablar de sus vidas...algo imposible de mantener.


Bertolucci  une a dos personajes contrarios. Pertenecen a distintas generaciones, distinta clase social, ella comprometida, el no. Una relación condenada de antemano, sólo sostenible dentro del apartamento, al margen de la sociedad. Un apartamento vacio que funciona como metáfora del estado emocional de los dos, magníficamente fotografiado por Vittorio Storaro, en colores ámbar, utilizando magistralmente las zonas de oscuridad y los cristales translucidos. Un apartamento donde se producen los encuentros sexuales, desesperados, degradantes, de dominio por parte de Paul hacia una sumisa Jeanne. Estas escenas son las que más alboroto provocaron en su momento, vista hoy la famosa escena de la mantequilla, más que por el acto de sodomía entre lagrimas, por  lo que llama más la atención es por las palabras de Brando mientras la realiza:" ... maldita familia, dónde los niños son torturados hasta que confiesan su primera mentira,  maldita familia, me cago en todos vosotros,  me dais asco", una crítica feroz a la institución principal de la sociedad. El contenido obsceno va aumentado a medida que se suceden los encuentros llegando a su clímax de degradación en el dialogo del cerdo... escatología, sumisión, zoofilia, sodomía...escena que viene precedida por la entrada con el vestido de novia de Jeanne, prometida con el pedante director de cine Tom (Jean-Pierre Leaud). Dicen las malas lenguas que inspirado en Goddard, un personaje del todo ridículo y que es lo peor de la función en su afán de realizar una película biográfica a Jeanne. Todas las escenas de la filmación de esa película no están a la misma altura que el resto, si bien, sirven como escusa para aportar datos de la infancia de Jeanne y sugerir su complejo de Edipo.


Hay un personaje en la película bellísimo que forma parte de los personajes ausentes más memorables de la historia del cine, a la altura de  Rebeca de Winter en "Rebeca" (Rebecca, Alfred Hitchcock, 1940) o Katie Elder en "Los cuatro hijos de Katie Elder" (The sons of Katie Elder, Henry Hathaway, 1965), se trata de Rosa la esposa suicida de Paul, a la que conocemos por la huella que dejó en otros personajes, y a la que éste le dedica un monólogo desgarrador  a los pies de su lecho. Nótese que aparece ataviada como Ofelia, personaje  Shakespiriano, cuyo suicidio también atormentaba al príncipe de Dinamarca Hamlet.
Retrato profundamente existencialista, avocado a la tragedia, en el que Paul encontrará su fin cuando claudique a la moral social imperante y ceda a sus sentimientos, después de bailar el último tango, después de escuchar el nombre de Jeanne, brindándonos  un primer plano antológico, lleno de emoción, muriendo en posición fetal, absolutamente desvalido mientras suena el saxo  de Gato Barbieri.

A.H.

jueves, 14 de marzo de 2013

GRITOS Y SUSURROS. Ingmar Bergman. (1972.)



La génesis de "Gritos y susurros" es una imagen recurrente que obsesionó  a Bergman durante largo tiempo, tres mujeres vestidas de blanco en una habitación roja. A partir de esta imagen construirá una película de cámara intentando superar el fracaso artístico (opinión suya)  que supuso  su película americana "La carcoma". El título elegido, bello y apropiadísimo, lo saco de un crítico musical que escribió sobre un quinteto de Mozat diciendo que era..."como escuchar gritos y susurros".
El punto de partida es la proximidad de la muerte de una de las tres hermanas protagonistas,  Agnes (Harriet Andersson) lo que propicia su reunión en la vieja casa familiar con sus otras dos hermanas, Karin (Ingrid Thulin) y María (Liv Ullmann). También coincide con las tres hermanas Anna (Kari Sylwan) sirvienta familiar. Bergman dota a cada mujer de una personalidad diferente representando cada una de ellas un tipo de mujer. Agnes resignada y sufridora ante la inminencia de su muerte. Karin fría, distante, frígida. Agnes, apocada, sufrida, llena de fe , bondadosa y María, sensual, carnal. Contrapone la conducta sexual de María, juguetona y seductora que engaña a su marido con el médico familiar con la de Karin incapaz de mantener contacto físico con su propio marido.


La película desarrollada prácticamente en su totalidad en interiores, es un estudio fascinante de la personalidad femenina, compendio de las personalidades de las tres hermanas así como de la criada, sobre las que recae la mayoría del peso dramático de la cinta. También es un análisis de la enfermedad y la muerte, temas abordados por Bergman en otras ocasiones, y tratados de forma crudísima. La película adopta una narrativa en flashbacks adoptando diversos  puntos de vista que corresponden con sus protagonistas femeninas y que aportan datos que van configurando las diferentes personalidades de hermanas y sirvienta. Contraponiendo el comportamiento distante, casi de obligación familiar de Karín y María con la moribunda Agnes con el verdadero amor que sienten Anna y Agnes (apunte lésbico incluido) y que tiene su punto culmínate con el plano de Agnes en la cama apoyada en Anna que evoca "La piedad" de Miguel Angel.
 También "Gritos y susurros"  es color. Color rojo. Bergman y su director de fotografía Sven Nykvist estudiaron hasta el último detalle todos los objetos y vestuario que aparecen en la película, jugando constantemente con el contraste entre el color rojo de la casa familiar y el blanco de los vestidos, en otras ocasiones con el negro, utilizando los colores de manera metafórica y emocional. Para Bergman el color rojo es el interior del alma. Hasta los habituales fundidos en negro pasan a ser fundidos en rojo.
Abundan en la película primeros planos, como en muchas otras obras de Bergman, sin duda uno de los grandes maestros del primer plano, sacando todo el partido posible a las dotes dramáticas de las cuatro actrices, escrutando sus rostros, su gestos casi, podríamos decir que miramos su alma. Ésta manera de filmar implica un grupo de actrices de la talla de las citadas, prodigiosas y entregadas y que en algunos momentos de Thulin y Ullmann recuerdan a los de "Persona" entre Bibi Andersson y la propia Ullman.


La utilización de la música es puntual utilizando a Chopin en dos momentos evocadores y a Bach en dos ocasiones de un modo más dramático destacando el momento de aparente reconciliación entre Karin y María donde la pieza no deja oír la conversación entre las dos acentuando así la incomunicación existente entre ambas. Junto con la música destaca la utilización del sonido, concretamente el tic tac de los relojes que suena a lo largo de toda la película y que da una sensación ambivalente, tanto de inexorable paso del tiempo, como de tiempo suspendido dentro de la casa familiar.
Es importante destacar también el tratamiento fantástico pero tratado de modo naturalista que en esta ocasión Bergman da a la muerte de Agnes. Ésta muere agonizando, en una escena durísima, evocando en posición a la muerte de Cristo, pues bien, en una secuencia posterior Agnes misteriosamente revive pidiendo ayuda, siendo rechazada por sus dos hermanas y recibiendo la ayuda de la bondadosa Anna, culminando con el plano antes citado evocando "La piedad". Estos actos así como los cuidados y afecto sentido por Anna no serán tenidos en cuenta por las dos hermanas quedando avocada a la soledad mientras lee en el diario de Agnes un momento feliz de su triste existencia.

A.H.