martes, 10 de junio de 2014

EL GATOPARDO. Luchino Visconti. 1963.

REFLEJOS.




Las tropas de Garibaldi han desembarcado en Sicilia y se avecina un cambio de orden social, la aristocracia está a punto de perder sus privilegios ante la burguesía emergente que no dudará en aprovecharse de la nueva situación generada, que culminará con un cambio de régimen.
La cámara se desliza a ras de suelo, asciende lentamente hasta encuadrar de espaldas a Don Fabrizio, príncipe de Salina (Burt Lancaster), representante de la aristocracia. Se está afeitando frente a un pequeño espejo, junto a la ventana, buscando la luz del sol de la mañana. Inesperadamente aparece reflejado en el espejo el rostro de Tancredi (Alain Delón) sobrino del príncipe de Salina. Inician una conversación que Visconti rueda en plano sostenido, Fabricio de espaldas, a Tancredi le vemos reflejado en el espejo. Si se ve aisladamente el efecto, parece una película fantástica, da la impresión que Fabricio tiene el rostro de su sobrino Tancredi, que es su reflejo, que ha vuelto a la juventud. Si tuviera que elegir los mejores planos de la historia del cine (de las películas que he visto, huyamos de lo absoluto), éste estaría sin duda entre ellos, es plásticamente bello,  y, sobre todo, narrativamente anticipa todo el devenir de la película, en ese plano está contenido el futuro del príncipe de Salina, de toda una clase social, de la que la sucederá .Fondo y forma en perfecta armonía. Además sirve de magnífica presentación al personaje de Tancredi, que hasta entonces no había aparecido en escena, dejando claro cuál va a ser su rol en los acontecimientos venideros. El reflejo es el futuro.


Tancredi es un oportunista que combate con Garibaldi, pero sus ideales no son los de la revolución, sus intenciones son asegurarse su posición en los nuevos tiempos, es un oportunista. Su tío, le recrimina su actitud, y Tancredi le contesta con la famosa frase (de la que últimamente se abusa hasta la nausea) "Es necesario que todo cambie para que todo siga igual". El plano del espejo es ese principio en imágenes, los Tancredis serán los nuevos Fabrizios, les arrebatarán su clase social, pero con otros valores, peores en opinión de Fabrizio, pues los "nuevos ricos" carecen de la educación y valores de la aristocracia, tal y como dice el príncipe de Salina mas adelante, "Nosotros fuimos los gatopardos, los leones. Quienes nos sustituyan serán chacales, hienas, pero todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra", distinta educación y valores, misma vanidad.


Desde que su rostro es sustituido en el espejo por el de Tancredi, desde que su reflejo/ identidad es usurpado por un advenedizo, al Príncipe de Salina sólo le queda deambular hacía la muerte. En las últimas escenas, en el justamente famoso baile, ya es un muerto en vida. En medio,  maquinaciones para garantizar la escalada social de su sobrino a la vez que observa la pérdida de valores de las nuevas generaciones, con resignación y sufrimiento, envidiando abnegadamente la juventud y las ganas de vivir de los jóvenes. 


Fabricio, sabedor de su final quiere dejar todo atado para que Tancredi mantenga la posición (económica) que él tuvo. Todo parece una ceremonia fúnebre, un ritual provocado por la resignación y el desencanto.
El mayor tormento de Fabizio es su clarividencia, sabe plenamente lo que va a suceder, que no hay vuelta atrás, es una mente lúcida, y son esa clarividencia y esa lucidez lo que le producen un mayor sufrimiento.
A lo largo de la película Visconti juega con las similitudes (reflejos) entre Fabrizio y Tancredi, situándolos en el encuadre simétricamente, Tancredi dejándose bigote como su tío, fumando sus mismos cigarros, figuras simétricas, siendo el eje  el personaje de Angélica (Claudia Cardinale),(hija del "nuevo rico" Calogero (Paolo Stoppa)), figura clave que garantizará el porvenir económico de Tancredi.


Cerca del final, durante el baile en el palacio Ponteleone, Frabrizio deambula por diferentes estancias como un espectro, en una de ellas se mira en un espejo, y contempla su rostro pálido, demacrado y avejentado mientras una lagrima de derrama por su mejilla. De nuevo un espejo, una escena reflejo de otra. El rostro de un viejo cansado ocupa el lugar que al principio ocupaba el rostro del joven y bello Tancredi. Tancredi ocupara  el puesto en la clase social que deja el príncipe de Salina, las hienas ocupan el lugar de los viejos gatopardos. Visconti lo condensa todo en un plano, en un reflejo.


A. de la Hoz.