jueves, 21 de febrero de 2013

LA BELLA Y LA BESTIA. Jean Cocteau. (1946).



"La bella y la bestia" está basada en el famoso cuento homónimo tradicional, concretamente en  su versión más famosa, la escrita por  madame Leprice de Beaumont. Para su adaptación cinematográfica Cocteau introdujo algunos cambios siendo los más significativos la reducción de tres a uno en el número de hermanos de bella y, sobre todo, añadir el personaje de un pretendiente de Bella, Avenat, encarnado al igual que la bestia y el príncipe por Jean Marais. También parece ser que fue el escritor y cineasta francés Marcel Pagnol quien sugirió a su amigo Cocteau que la bestia fuese un animal carnívoro.
Llama la atención el comienzo de la película con la aparición del propio Jean Cocteau escribiendo en una pizarra los títulos de crédito, lo que ya de por sí es una declaración de intenciones para acto seguido pedir, a través de un texto que aparece en pantalla, la complicidad de la audiencia para el film con una mirada limpia libre de todo prejuicio, es decir, verla con los ojos de un niño.


Siempre me ha llamado la atención que en esta película aceptemos mejor y nos sea más verosímil la parte fantástica de la historia, toda la acaecida en el castillo de la bestia y, por el contrario,  sea más difícil de digerir la que a priori podría parecer más fácil, es decir, las escenas más comunes y "naturalistas" acontecidas en casa de Bella (Josette Day) entre su familia y el pretendiente Avenant. Ésta es quizá la mayor debilidad que acusa la obra, el desequilibrio (buscado o no) formal y dramático entre las escenas fantásticas y las más realistas.
Otro aspecto que produce distanciamiento es el esquematismo de los personajes, sobre todo en lo concerniente a la familia de Bella, así como las afectadas interpretaciones, excesivas, enfatizadas y manieristas que funcionan bien en la parte situada en el reino de la bestia, pero que sin embargo chirrían en la parte localizada en el campo.


Pero si por algo ha pasado a la historia la versión de Cocteau y que la ha situado como una referencia dentro del fantástico europeo es por toda la acción acontecida en el reino de la bestia, todo un prodigio. Apoyado en los decorados y vestuario por Christian Bérard, en la fotografía por Henri Alekan y acompañado con la partitura de Georges Auric,  Cocteau logra suspender el tiempo, crear un espacio onírico, acuático. Influenciado por la pintura de la escuela holandesa y los grabados de Doré dota al film de una atmosfera personalísima, poética,  reforzada por todo tipo efectos de montaje y trucos que hacen que los objetos del castillo tengan vida propia, desde los inolvidables candelabros-brazo hasta espejos que reflejan en verdadero rostro de quien los mira, pasando por cariátides  vigilantes y que tiene su punto culminante en la carrera de Bella filmada a cámara lenta por los pasillos del castillo entre hileras de candelabros y cortinas de tul.
Cocteau pervierte el "final-moraleja"  del cuento clásico, que bajo una apariencia extremadamente cursi admite varias interpretaciones,  que variaran dependiendo de la "malicia" del espectador. 

A.H.

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