martes, 11 de febrero de 2014

DRUGSTORE COWBOY. Gus Van Sant. 1989.

LA VIDA DE BOB.



Bob, el personaje que interpreta Matt Dillon en Drugstore cowboy yace herido en una camilla, camino del hospital rememora (voz en off, imágenes en super 8) su pasado como consumidor de drogas y su tratamiento de desintoxicación. A excepción de este comienzo y el final de la película  (volviendo de nuevo a este punto), la historia se divide en dos partes, una primera que nos muestra a Bob en su época de consumidor de estupefacientes, así como los sucesivos atracos que comete acompañado por su banda a diversas farmacias y una segunda parte centrada en su desintoxicación y la relación con un antiguo amigo, no por casualidad interpretado por  William S. Burroughs. El gran acierto de Gus Van Sant es equiparar ambas partes, renunciando a los manidos discursos de mostrar el devastador mundo de los yonkis, o bien los placeres y momentos de felicidad que proporcionan las drogas, utilizadas como válvula de escape para huir de monotonía, obligaciones etc. Para conseguir esto, en todo momento Van Sant evita cualquier exceso dramático, incluso la muerte de la joven Nadine (Heather Graham) por sobredosis, nos es mostrada de manera distante y fría, evitando de este modo cualquier tipo de empatía con el personaje. Al equiparar la etapa de consumidor de Bob, con la etapa en la que encuentra un trabajo y se pone en tratamiento con metadona, el efecto es aún más devastador, pues Bob no va a conseguir una vida mejor por dejar de consumir drogas, no hay atisbo de esperanza, por mucho que al final Bob se aferre a la vida. Lo mismo da estar huyendo de la policía y pensando en la siguiente dosis que madrugar para acudir a un trabajo rutinario cada día para sobrevivir en un cuartucho.


Con todo, lo más interesante es que Gus Van Sant no sólo se sirve de una equiparación argumental, si no que la refuerza y apoya con una equiparación estética y formal. Para ello se sirve de varios recursos, cómo la magnífica fotografía de Robert D. Yeoman (el fotógrafo habitual de Wes Anderson) de tonos fríos y colores apagados, de movimientos de cámara similares para asemejar situaciones, como el traveling que sigue los objetos rotos después de una redada en la casa que utiliza la banda de Bob, para acabar encuadrando a la banda y el otro travelling que sigue las herramientas desordenadas de la fabrica dónde trabaja Bob, ya en tratamiento, para acabar encuadrándolo trabajando perforando piezas de metal; y sobre todo se vale de un magnífico uso del inserto.
Vant Sant, en esta ocasión utiliza los insertos para mostrar que, en esencia, la vida de Bob cuando era delincuente y la vida de Bob reinsertado no están tan separadas.
Cuando Bob y sus amigos se inyectan heroína, hay una serie de insertos que nos muestran todo el proceso de preparación hasta la entrada en el flujo sanguíneo .Hay un  inserto de la heroína disuelta en la cucharilla "hirviendo" al ser calentada por el mechero. Posteriormente cuando Bob deja de consumir, le vemos en su apartamento consumir té. Hay un inserto del cazo donde Bob hierve el agua para preparar la infusión. Composición prácticamente idéntica. Diferentes sustancias, una menos nociva que otra, pero lo esencial su vida no ha cambiado.

Etapa yonki. Inserto de un trozo de algodón que hace de filtro para que la heroína entre en la jeringuilla a través de la aguja. Etapa metadona. Inserto de taza de té, forma circular al igual que la cucharilla y bolsita de té que hace de filtro para la infusión. Semejanza compositiva, igual a semejanza existencial.


Etapa yonki. Vemos, en inserto, como la aguja de la jeringuilla se introduce en la vena. Etapa metadona. Bob trabaja en una fabrica perforando piezas de metal. Inserto y vemos como el taladro entra en la pieza metálica. En vez de agujerear sus venas, Bob agujerea piezas para una empresa.



 La vida sigue igual.