viernes, 29 de noviembre de 2013

PUNCH-DRUNK LOVE. EMBRIAGADO DE AMOR. Paul Thomas Anderson. 2002.

EL NIÑO Y EL RACORD.


Punch-drunk love es una película que descoloca no tanto, como se ha dicho en un nutrido número de ocasiones, por la interpretación de Adam Sandler, que se aleja  de su imagen habitual en numerosas comedias intrascendentes, sino, sobre todo, por su voluntaria apuesta de no decantarse por la comedia ni por el drama. El personaje de Barry roza el patetismo en numerosas ocasiones, produciendo carcajadas en algunas y despertando compasión  en otras.  Resultaría un experimento curioso el filmar las reacciones de los espectadores en un pase de Puch-drunk love, seguramente algunos se carcajearían en una escena que a otros les parecería profundamente dramática. Una arriesgada apuesta de Anderson, por la indefinición genérica, cambios de tono, uso de la música...que la aleja del cine mainstream así como del resto de su filmografía.

En un momento cerca del comienzo de la película a Barry (Adam Sandler) le invitan al cumpleaños de una de sus ¡siete! hermanas. Hasta ese momento el tono de la película es bastante ligero, no sabemos gran cosa del personaje de Barry salvo sus rarezas y timidez, así como su desplazamiento dentro de su familia (es el único hijo varón). En la fiesta de cumpleaños las hermanas se meten constantemente con Barry, le dicen que si se acuerda cuando era pequeño que le llamaban "mariquita" y se cabreaba. Una vez llegó a tirar un martillo contra la ventana, comenta una de ellas. Toda la secuencia está planificada para que el espectador sienta el mismo agobio que siente Barry, con las hermanas y cuñados de Barry entrando en el encuadre y acosándolo con preguntas estúpidas. El uso de la banda de sonido hace que se oiga constantemente un incomodo murmullo de diálogos superpuestos que conscientemente agobia también al espectador. Algo parecido a lo que Anderson y su compositor (Jon Brion) consiguen con la música a lo largo de todo el metraje, es molesta y cargante por momentos, siempre acorde con el estado emocional de Barry).



Al final, Barry queda aislado del resto de invitados, encuadrado en un plano frontal, solo en el encuadre, mirando a un lado y a otro agobiado. De fondo seguimos oyendo el murmullo de varias conversaciones superpuestas, hablando cada vez más alto, incomodandonos. Cambio de plano, vemos lo que mira Barry, mira a todos los invitados, que se van distribuyendo por el perímetro de la mesa para cenar, cada vez halando más y más alto. Entonces se produce un detalle de dirección que siempre me ha maravillado, y  que me plantea la duda de si es consciente por parte de Anderson o fruto de la casualidad. Uno de sus sobrinos mira a cámara dos veces, como expectante de que algo va a suceder. Acto seguido Barry en un ataque de ira rompe tres lunas de cristal de la puerta . El niño estaba mirando a Barry y era el único que se daba cuenta de que Barry iba a estallar. Esta planificación me parece interesantísima pero dudo que fuese premeditada, porque en el siguiente plano el niño aparece sentado en el lateral de la mesa, en un evidente fallo de racord.


 Lo que hace pensar que sus miradas no son dirigidas si no fruto de la casualidad o de la inquietud, o seguramente sabía que había que girarse y estaba inquieto esperando la orden. ¿Quién sabe? A veces lo sutil y enigmático es fruto de la casualidad, y sin ese fallo de racord estaría alabando el cuidado delicado de Anderson para la puesta en escena.

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